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febrero 26, 2014

Sueños

Buenas noches y bienvenidos.

Esta es mi segunda entrada para la web Adictos a la Escritura. El ejercicio propuesto para este mes consiste en seleccionar una primera frase de novela y escribir a partir de ella un relato. Yo he seleccionado la frase de la novela Mi planta de naranja-lima (O Meu Pé de Laranja Lima), del autor José Mauro de Vasconcelos. Es una bellísima novela que les recomiendo de todo corazón.

Espero que disfruten el relato así como yo disfrutaré al seguirlos leyendo.

Slàn go Fòill :)


Sueños


Para F.,con cariño


Veníamos tomados de la mano, sin apuro ninguno, por la calle. Yo seguía diciéndome que su mano era un signo de apoyo, de constante acompañamiento, pero me daba cuenta de que Carlos en esos momentos era para mí tan anónimo como las personas con las que nos cruzábamos.
No dejaban de acosarme imágenes y palabras pronunciadas en la última larga hora. Se entremezclaban con episodios fugaces de nuestra vida en común, casi veinte años ya, uno junto al otro. Una vida de amor, de amistad. Una vida de pareja siempre ensombrecida por la ausencia de un hijo, sueño común que no habíamos dejado de buscar mediante todos los medios posibles. Cuando uno desesperaba y caía en el abatimiento, siempre estaba el otro para brindar la fuerza y el amor necesarios para volver a levantar la cabeza y seguir adelante. ¿Cuántos tratamientos, exámenes, terapias, habíamos realizado desde entonces, en la persecución de ese adorado anhelo?  Dejé de llevar la cuenta mucho tiempo atrás, cuando reconocí que hacerlo sólo me causaba dolor.
Cuando cumplí los cuarenta años acordamos que dejaríamos de intentar procrear un hijo y acudiríamos a la adopción. Nos presentamos una tarde de lluvia en La Casa Cuna de San Juan y escuchamos todas las explicaciones relativas al largo proceso que tendríamos que afrontar. Y volvimos a tomar un tiempo para decidir si deseábamos niño o niña, si estábamos dispuestos a dejar de lado el placer de cuidar de un bebé de pecho por uno más grande e igualmente necesitado de amor.
Fue entonces que el milagro aconteció. Una mañana, ya al borde de los cuarenta y un años, mi médico me comunicó la tan deseada noticia: tendríamos un bebé. Una gran nube de pesar que ni siquiera había terminado de reconocer, se disolvió sobre nuestro matrimonio. ¡Al fin tendríamos una familia!
La noticia se difundió de inmediato y las muestras de alegría y felicitaciones no demoraron en llegar. Tampoco los obsequios. Pronto nuestro bebé contaba con mudas de ropa, juguetes, una cuna, mantas, libros, y todo cuanto una madre primeriza debe tener. La habitación que, de tácito y mudo acuerdo, siempre habíamos reservado, de repente estaba pintada y preparada para recibir a nuestro pequeño, y no faltaba día en que no mencionáramos un nombre para él o ella.
Nos sentíamos jóvenes de nuevo, rebosantes de dicha y amor. Veíamos el futuro con nuevos ojos, libres para poder imaginar cuanto deseábamos.
Carlos se convirtió en un marido amoroso, siempre pendiente de mis necesidades. No me permitía conducir, ni aceptar horas extras en mi trabajo. No se perdía una sola cita con el médico, y siempre estaba a mi lado.
Esa mañana no fue la excepción.
Habíamos ido a la cita mensual, para controlar que el bebé siguiera creciendo saludablemente. Pronto cumpliría las dieciséis semanas y se acercaba el momento de conocer su sexo. Nunca se nos hubiera ocurrido, después de tantas alegrías, que el doctor Méndez nos esperara con una devastadora noticia.
Creo que nunca podré olvidar el brillo de sus ojos mientras nos explicaba con voz amable y tranquila los resultados que habían dado los exámenes recientes. Con delicadeza y cariño nos brindó tiempo para superar el shock inicial, y entonces respondió a nuestras preguntas.
Por supuesto, sabía perfectamente mi edad. No podía evitar notar que en la sala de espera siempre era la más adulta, y conocía los riesgos y las estadísticas. Pero una mujer a punto de ver concretada su mayor ilusión, no tiene tiempo para pensar más que en cosas alegres, imaginando que su vida se llenará de color y se convertirá en típicas postales de una vida colmada de felicidad y risas. ¿Debía asumir que mi vida no sería tan perfecta de ahora en adelante?
―No puedo decirles que será todo color de rosa ―había dicho el doctor Méndez―, pero tampoco es correcto esperar lo peor. La ciencia ha avanzado mucho, y ahora los niños con síndrome de Down tienen muchas más posibilidades que años atrás. Con un correcto seguimiento de la salud del feto y del niño recién nacido, podremos prevenir y corregir muchos aspectos de su salud. Pero también deben saber que existen opciones. Esta prueba, como muchas otras, se practica a temprana altura del embarazo para que los padres puedan decidir si desean llevarlo a término…
¿En qué momento me di cuenta de que estábamos hablando de mi hijo, nuestro hijo? ¿En qué momento ese hecho incuestionable e invariable, se abrió paso en mi conciencia sobre todo lo demás y tomé la decisión que estaba tomada desde el principio mismo de mi vida, y que era el primer paso hacia el verdadero futuro que me esperaba, ese que quizás no sería un lecho de rosas cada día, pero que convertiría en perfectos diamantes de felicidad cada instante?
No puedo decirlo, así como tampoco puedo decir si tomo la mano de Carlos como apoyo o confort, o ambas cosas. Pero la tomo, lo llevo a mi lado, camino junto a él y no me tiembla la voz cuando al fin quiebro el silencio y anuncio:
―Si es niño lo llamaremos Ángel.
Siento un ligero apretón de su mano y entonces nos miramos, el anonimato perdido al reencontrarnos en una mirada. Carlos sonríe pero en sus ojos brillan lágrimas contenidas.
―Si es niña se llamará Milagros.

Será una vida maravillosa.





febrero 11, 2014

Tabú en revista Palabras

Buenas tardes a todos y bienvenidos.

Esta tarde fue publicado el décimo tercer número de una revista que me recomendaron hace poco: Palabras. Estoy muy emocionada, pues los responsables de la revista han escogido uno de mis relatos para que formara parte de la edición. ¡Mi primera publicación en una revista digital!
Estoy feliz también porque ese relato, titulado Tabú, es uno de los que más me gusta. Disfruté mucho al escribirlo y espero que los lectores disfruten su lectura, porque además, en números futuros, se irán publicando otras partes del relato. 

Tabú narra el amor imposible entre dos seres radicalmente opuestos: Cristina, una joven española de familia acomodada, y Kame, un esclavo negro que trabaja en la plantación de los padres de ella.
Les dejo un fragmento:


Cristina corrió atravesando los grandes ventanales del salón. Sus delicadas zapatillas de entre casa se deslizaban sin sonido alguno sobre el suelo empedrado. La noche, cómplice de pasiones, la protegió en su huida. Ni siquiera el viento que mecía sus cabellos dorados se interpuso a su paso.
El eco de sus decisiones daba alas a sus pies, impulsándola en medio de la oscuridad. Había dejado atrás la seguridad, el confort de lo conocido, para correr en pos de lo prohibido, hacia los brazos de ese amor que nunca había soñado encontrar. Demasiadas eran las pruebas que había tenido que superar su corazón antes de comprender la única verdad posible: sin Kame no podría ser capaz de enfrentarse a ningún futuro, por más acomodado que éste fuera. 
Pero le había llevado tiempo descubrir algo que ahora se le antojaba evidente. Y, mientras las dudas acosaban su mente, los planes que tejían su padre y Sir Louis ponían distancia entre ella y su amor.

Pueden leerlo en su primera entrega aquí:



¡Gracias a la revista una vez más y a todos vosotros!


Slàn go Fòill!!