}
|

marzo 28, 2014

Música Demencial

Buenas noches y bienvenidos.

Este es un nuevo relato para la web Adictos a la Escritura. El proyecto del mes se llama El desafío, y para participar hemos tenido que escribir una escena, que después se le ha adjudicado a otro compañero. Mi escena ha sido escrita por Osnolasaga (clic para leer) y da inicio al relato. 

Slàn go Fòill

Música demencial

Las balas volaban a ambos lados de la barricada de la Gran Vía; todos nos encontrábamos parapetados contra el muro de coches para protegernos antes de volver a atacar con toda nuestra munición.
A mí lado, cubriéndome mientras recargaba mi arma, estaba él protegiéndonos a los dos y a nuestra causa. Nunca, en mis veintidós años de vida, hubiera imaginado que mi ídolo musical luchara codo con codo junto a mí para defender nuestra ciudad de esta invasión enemiga. No daríamos ni un paso atrás.
Detrás de nuestra improvisada trinchera, oíamos avanzar al enemigo. El camino de caos que sembraba a su paso, sólo era comparable al eterno y atronador traqueteo de su ametralladora. Antes un sonido similar me hubiera puesto los nervios de punta. Hoy, después de sobrevivir a tantos asaltos, de ver cegadas tantas vidas, la sangre corría en mis venas con ansias abrumadoras y todo mi cuerpo estaba preparado para rendir batalla.
―¡Jumper Heart ―gritó a mi lado el otrora estrella de rock John Strauss; me había apodado con el nombre de una de sus canciones después de que le declarara mi perpetua admiración y desde entonces no me llamaba de otro modo―, espero que esas piernecitas huesudas no me decepcionen!
― ¡Sólo habrán decepcionados del otro lado, no lo dudes! ―respondí, gritando también para hacerme oír.
Ambos sonreímos con el tipo de sonrisa que eran habituales esos días: sonrisas de puro diente, donde reflejábamos nuestra locura y esa muerte a cuestas que arrastrábamos por las calles en ruinas y escondrijos oscuros. El estandarte de nuestra resistencia.
Una granada estalló a pocos metros a mi izquierda y supimos que ese era el indicador para separarnos. Asentí, a modo de despedida, y antes de que John pudiera devolverme el gesto corría por las calles, esquivando escombros, vidrios, vehículos. Y cadáveres, porque esos también abundaban entonces.
La agilidad de mis largas piernas pronto me tuvo a resguardo detrás de un contenedor de basura volcado. Desde allí aún no era posible ver al enemigo, pero ahora, además del ruido de sus armas y vehículos, podía escuchar sus voces. Y sus risas, porque ellos sí podían permitirse reír a grandes voces, dejarse las cuerdas vocales en una carcajada demencial capaz de arrastrarte al abismo si te permitías bajar las defensas.
Hinqué una rodilla en el suelo y abrí la mochila. Dentro sólo habíamos puesto lo esencial: una bonita caja de madera, decorada con detalles japoneses y símbolos que para mí carecían de significado. A mí sólo me importaba la música que esa pequeña era capaz de crear, y ¡vaya si prometía ser de las buenas! La melodía que escaparía de ella arrasaría como un huracán.
Con cuidado dejé la caja en el suelo y volví a colocarme la mochila. Utilicé dos dedos largos y llenos de callos para sacar del bolsillo de mi chaqueta una llavecita de aspecto delicado que introduje en la ranura correspondiente. Cuando se afirmó, comencé a dar cuerda a la caja de música, esperando con morbosa ansiedad que de un momento a otro se alzara la tapa y la joven doncella que aguardaba en su interior, se alzara, enseñando el sencillo kimono rojo, y danzara hasta el final de los tiempos.
Pero nada ocurrió, y cuando la cuerda estuvo tirante volví a apartarme de la caja, tomé el arma que había olvidado en el suelo y miré hacia atrás, a la trinchera donde ahora sólo quedaba John, aún a sabiendas de que debía correr, correr porque no cabía dudas de que el diablo lo seguiría entusiasmado.
Una nueva granada de mano explotó, esta vez a poco más de seis metros de donde me encontraba, y por un momento todo se llenó de polvo, y sólo mis pulmones amaestrados se resistieron a asfixiarse. Cerré los párpados y por un segundo todo se detuvo y sólo estaba el mundo de antes, el hogar, los padres, el fútbol, las chicas, los libros de texto y la escuela. Un recuerdo cálido afloró para brindarme el impulso necesario. Y mi cuerpo entró en acción.
Pies ligeros, sombras y luces bailando en el polvo, metralla, pasos, risas. Piernas ágiles y fuertes, oscuridad, oscuridad, oscuridad...
Curiosidad.
Si hay algo que esta guerra no ha podido quitarme es eso. Así que me detengo, en medio de la nada, en medio del plan cuidadosamente trasado, en medio del tiempo que se detiene conmigo un segundo... y se precipita luego. Allá lejos, los pasos se detienen también. Una sombra crece y se vuelve consistente, tanto que al final es carne, es ser humano, o lo que queda de él. Es curiosidad, porque supongo que eso somos los que seguimos en este mundo. Lo veo inclinarse y me pregunto si pasará un dedo por el borde de la tapa, pero no lo hace. En vez de eso, con gesto brusco, tanto que por poco lo arruina todo, levanta la tapa.
Y, ¡oh, Dios!, la música es increíble. Suaves notas que barren todo durante cinco segundos y casi, casi, estoy a punto de acercarme para ver a la joven japonecita alzándose para danzar, su cabello de hilo negro armado en un primoroso moño desprendiendo destellos
incendiarios... Pero una mano tira de mí y al voltear me encuentro a John que salió de la trinchera y me empuja en dirección al refugio, gritándome a todo pulmón cosas que no llego a escuchar porque justo en ese momento la música se detiene en un inesperado Si y la caja estalla en luz, una luz que crece y se come a las sombras, a los restos humanos, a las risas y a la metralla, se come el caos de la calle y más tarde escupirá su propio caos. Y se apresura en venir por nosotros, que corremos como enajenados, como nunca jamás hemos corrido, deseando salvar el pellejo aunque sea durante un día más.
Y es curioso, porque en ese momento de luz destellante y atropelladora no existe el sonido, no existe la música ni la explosión pero miro a John que corre a mi par y ¡lo juro!, ese hombre se está riendo, se ríe aunque resuelle, se ríe porque ya no puede cantarle al amor, se ríe como un demente y yo sospecho que me está ocurriendo igual.

febrero 26, 2014

Sueños

Buenas noches y bienvenidos.

Esta es mi segunda entrada para la web Adictos a la Escritura. El ejercicio propuesto para este mes consiste en seleccionar una primera frase de novela y escribir a partir de ella un relato. Yo he seleccionado la frase de la novela Mi planta de naranja-lima (O Meu Pé de Laranja Lima), del autor José Mauro de Vasconcelos. Es una bellísima novela que les recomiendo de todo corazón.

Espero que disfruten el relato así como yo disfrutaré al seguirlos leyendo.

Slàn go Fòill :)


Sueños


Para F.,con cariño


Veníamos tomados de la mano, sin apuro ninguno, por la calle. Yo seguía diciéndome que su mano era un signo de apoyo, de constante acompañamiento, pero me daba cuenta de que Carlos en esos momentos era para mí tan anónimo como las personas con las que nos cruzábamos.
No dejaban de acosarme imágenes y palabras pronunciadas en la última larga hora. Se entremezclaban con episodios fugaces de nuestra vida en común, casi veinte años ya, uno junto al otro. Una vida de amor, de amistad. Una vida de pareja siempre ensombrecida por la ausencia de un hijo, sueño común que no habíamos dejado de buscar mediante todos los medios posibles. Cuando uno desesperaba y caía en el abatimiento, siempre estaba el otro para brindar la fuerza y el amor necesarios para volver a levantar la cabeza y seguir adelante. ¿Cuántos tratamientos, exámenes, terapias, habíamos realizado desde entonces, en la persecución de ese adorado anhelo?  Dejé de llevar la cuenta mucho tiempo atrás, cuando reconocí que hacerlo sólo me causaba dolor.
Cuando cumplí los cuarenta años acordamos que dejaríamos de intentar procrear un hijo y acudiríamos a la adopción. Nos presentamos una tarde de lluvia en La Casa Cuna de San Juan y escuchamos todas las explicaciones relativas al largo proceso que tendríamos que afrontar. Y volvimos a tomar un tiempo para decidir si deseábamos niño o niña, si estábamos dispuestos a dejar de lado el placer de cuidar de un bebé de pecho por uno más grande e igualmente necesitado de amor.
Fue entonces que el milagro aconteció. Una mañana, ya al borde de los cuarenta y un años, mi médico me comunicó la tan deseada noticia: tendríamos un bebé. Una gran nube de pesar que ni siquiera había terminado de reconocer, se disolvió sobre nuestro matrimonio. ¡Al fin tendríamos una familia!
La noticia se difundió de inmediato y las muestras de alegría y felicitaciones no demoraron en llegar. Tampoco los obsequios. Pronto nuestro bebé contaba con mudas de ropa, juguetes, una cuna, mantas, libros, y todo cuanto una madre primeriza debe tener. La habitación que, de tácito y mudo acuerdo, siempre habíamos reservado, de repente estaba pintada y preparada para recibir a nuestro pequeño, y no faltaba día en que no mencionáramos un nombre para él o ella.
Nos sentíamos jóvenes de nuevo, rebosantes de dicha y amor. Veíamos el futuro con nuevos ojos, libres para poder imaginar cuanto deseábamos.
Carlos se convirtió en un marido amoroso, siempre pendiente de mis necesidades. No me permitía conducir, ni aceptar horas extras en mi trabajo. No se perdía una sola cita con el médico, y siempre estaba a mi lado.
Esa mañana no fue la excepción.
Habíamos ido a la cita mensual, para controlar que el bebé siguiera creciendo saludablemente. Pronto cumpliría las dieciséis semanas y se acercaba el momento de conocer su sexo. Nunca se nos hubiera ocurrido, después de tantas alegrías, que el doctor Méndez nos esperara con una devastadora noticia.
Creo que nunca podré olvidar el brillo de sus ojos mientras nos explicaba con voz amable y tranquila los resultados que habían dado los exámenes recientes. Con delicadeza y cariño nos brindó tiempo para superar el shock inicial, y entonces respondió a nuestras preguntas.
Por supuesto, sabía perfectamente mi edad. No podía evitar notar que en la sala de espera siempre era la más adulta, y conocía los riesgos y las estadísticas. Pero una mujer a punto de ver concretada su mayor ilusión, no tiene tiempo para pensar más que en cosas alegres, imaginando que su vida se llenará de color y se convertirá en típicas postales de una vida colmada de felicidad y risas. ¿Debía asumir que mi vida no sería tan perfecta de ahora en adelante?
―No puedo decirles que será todo color de rosa ―había dicho el doctor Méndez―, pero tampoco es correcto esperar lo peor. La ciencia ha avanzado mucho, y ahora los niños con síndrome de Down tienen muchas más posibilidades que años atrás. Con un correcto seguimiento de la salud del feto y del niño recién nacido, podremos prevenir y corregir muchos aspectos de su salud. Pero también deben saber que existen opciones. Esta prueba, como muchas otras, se practica a temprana altura del embarazo para que los padres puedan decidir si desean llevarlo a término…
¿En qué momento me di cuenta de que estábamos hablando de mi hijo, nuestro hijo? ¿En qué momento ese hecho incuestionable e invariable, se abrió paso en mi conciencia sobre todo lo demás y tomé la decisión que estaba tomada desde el principio mismo de mi vida, y que era el primer paso hacia el verdadero futuro que me esperaba, ese que quizás no sería un lecho de rosas cada día, pero que convertiría en perfectos diamantes de felicidad cada instante?
No puedo decirlo, así como tampoco puedo decir si tomo la mano de Carlos como apoyo o confort, o ambas cosas. Pero la tomo, lo llevo a mi lado, camino junto a él y no me tiembla la voz cuando al fin quiebro el silencio y anuncio:
―Si es niño lo llamaremos Ángel.
Siento un ligero apretón de su mano y entonces nos miramos, el anonimato perdido al reencontrarnos en una mirada. Carlos sonríe pero en sus ojos brillan lágrimas contenidas.
―Si es niña se llamará Milagros.

Será una vida maravillosa.





febrero 11, 2014

Tabú en revista Palabras

Buenas tardes a todos y bienvenidos.

Esta tarde fue publicado el décimo tercer número de una revista que me recomendaron hace poco: Palabras. Estoy muy emocionada, pues los responsables de la revista han escogido uno de mis relatos para que formara parte de la edición. ¡Mi primera publicación en una revista digital!
Estoy feliz también porque ese relato, titulado Tabú, es uno de los que más me gusta. Disfruté mucho al escribirlo y espero que los lectores disfruten su lectura, porque además, en números futuros, se irán publicando otras partes del relato. 

Tabú narra el amor imposible entre dos seres radicalmente opuestos: Cristina, una joven española de familia acomodada, y Kame, un esclavo negro que trabaja en la plantación de los padres de ella.
Les dejo un fragmento:


Cristina corrió atravesando los grandes ventanales del salón. Sus delicadas zapatillas de entre casa se deslizaban sin sonido alguno sobre el suelo empedrado. La noche, cómplice de pasiones, la protegió en su huida. Ni siquiera el viento que mecía sus cabellos dorados se interpuso a su paso.
El eco de sus decisiones daba alas a sus pies, impulsándola en medio de la oscuridad. Había dejado atrás la seguridad, el confort de lo conocido, para correr en pos de lo prohibido, hacia los brazos de ese amor que nunca había soñado encontrar. Demasiadas eran las pruebas que había tenido que superar su corazón antes de comprender la única verdad posible: sin Kame no podría ser capaz de enfrentarse a ningún futuro, por más acomodado que éste fuera. 
Pero le había llevado tiempo descubrir algo que ahora se le antojaba evidente. Y, mientras las dudas acosaban su mente, los planes que tejían su padre y Sir Louis ponían distancia entre ella y su amor.

Pueden leerlo en su primera entrega aquí:



¡Gracias a la revista una vez más y a todos vosotros!


Slàn go Fòill!!

enero 28, 2014

Designio de los dioses

Buenas tardes y bienvenidos.

Esta entrada forma parte de un ejercicio literario propuesto en la web Adictos a la Escritura. El mismo consistió en elegir una imagen de la que más tarde se reveló a qué género correspondía. Yo elegí esta y me ha tocado escribir un relato costumbrista:



Confieso que me pareció muy interesante, y que he aprovechado la investigación en la que me encuentro para escribir una historia para centrar la narración de mi relato. También aclaro que me he tomado ciertas licencias con las tradiciones debido a que los ritos cambian según la ciudad, la religión y el estatus social. Así que he escogido el orden de las más importantes según el aporte que brindaban a la historia y viceversa.
Para ayudar a la comprensión de algunos términos adjunto un breve glosario al final del texto. De todos modos, tengo la impresión de que es fácil adivinar el significado de algunas de las palabras hindúes que he empleado.
Es mi deseo que disfruten el relato.
Gracias por permitirme participar :)



Designio de los dioses



Indira alisó la tela de su sari, eliminando una arruga inexistente. Lo hacía sin notarlo, demasiado nerviosa para permanecer inmóvil. Estaba de pie ante la entrada de su casa, rodeada por sus padres, familiares y amigos cercanos. Escuchaba susurros excitados a su espalda, pero no les prestaba atención: estaba pendiente del sonido de la música que resonaba calle arriba, atenta a la llegada de Milaan. Cuando al fin pudo ver a la procesión danzante bajo las luces de los faroles sintió que el aire abandonaba sus pulmones y que las piernas comenzaban a temblarle.
Milaan surgió de la multitud, montado en un gran caballo blanco. Se lo veía impresionante ataviado en su sherwani dorada y el safa que cubría su abundante cabellera. Al verlos disminuir la marcha al aproximarse a la casa, Indira pudo apreciar los finos detalles decorativos de la espada que portaba ceñida a la cadera.
Milaan le sonrió al verla, una sonrisa suave y apreciativa a la que ella no terminaba de habituarse. Le devolvió el gesto, insegura de que él pudiera notarlo detrás del velo que le cubría el rostro.
Cuando desmontó y se acercó a ella junto a la familia y amigos que lo acompañaban, Indira dio un paso al frente y colocó en torno a su cuello una guirnalda de flores y aguardó a que él hiciera lo mismo con ella. Juntos caminaron por el largo pasillo que conducía al patio de la casa, donde amplias mesas estaban servidas con una fastuosa cena. Los invitados no demoraron en tomar asiento a las mesas mientras que Milaan e Indira caminaban junto a sus padres en dirección al mandap.
Cuando subieron a la tarima la mano de Milaan se deslizó en torno a la suya, e Indira sonrió una vez más al ver sus manos entrelazadas: las de Milaan grandes y fuertes y las suyas decoradas con mehendi de intrincados diseños y gran variedad de anillos. Se acercaron al pandit que dirigiría la ceremonia y juntos elevaron una puya a Lord Ganesh, para que los ayudara a vencer los posibles futuros obstáculos. 
Después el pandit los invitó a sentarse en sus respectivos asientos enfrentados, e Indira pudo regalarse la vista una vez más con su apuesto novio, al que se había prometido en matrimonio siendo pequeña y al que apenas había conocido semanas atrás por designio de Brahma. Apenas fue consciente de que sus padres subían al mandap y procedían a unir a los novios con un hilo de oro en símbolo de unión, hasta que su padre entregó oficialmente su mano.
Cuando encendieron el fuego Milaan se puso de pie invitándola a imitarlo. Juntos se detuvieron junto a las llamas que ardían en honor a Agni y Milaan prometió con voz solemne ser un apoyo para ella durante su matrimonio, y alcanzar la felicidad matrimonial mediante los tres objetivos de tal unión: el Kama, el Artha y el Dharma. Formando cuencos con sus manos brindaron ofrendas al fuego y entonces volvieron a tomarse de las manos y caminaron siete veces en torno a las llamas.
Finalmente, después de tres días de ceremonias y festejos, Indira y Milaan eran marido y mujer.
Indira quería sonreír y hacer a todos partícipes de su alegría, pero eso iba en contra de las tradiciones, así que se mantuvo junto a Milaan, el rostro impávido bajo el velo pero la mirada brillante y el pulso acelerado.
Milaan pareció percibir su emoción y la correspondió con un ligero apretón de manos y una breve sonrisa. Luego se apartó y tomó de un estuche brillante un thaali de oro del que colgaba un fastuoso colgante Sudarshana Chakra, en honor a Vishnu, dios preservador de todo. Sin prisas lo pasó sobre la cabeza de Indira y ambos apreciaron el brillo de la joya sobre su elegante sari rojo.
La tía de Milaan se acercó a la pareja y ofreció a su sobrino la tintura roja con la que él procedió a teñir una línea en el cabello de Indira. Lo mismo hizo, con cuidado de no quitar el velo, sobre la frente de su novia.
Cuando quedaron solos de nuevo Milaan procedió a levantar el pie desnudo de Indira siete veces en su dirección, dándole de modo oficial la bienvenida a su familia, de la que ahora formaría parte hasta el día de su muerte.
Una vez finalizados los ritos ceremoniales Milaan e Indira volvieron a tomarse se las manos y una súbita lluvia de pétalos de rosa cayó sobre ellos.
Los festejos iniciaron de modo oficial cuando los novios volvieron a ocupar sus asientos, esta vez uno junto al otro y de cara al fuego. La banda no tardó en comenzar a tocar música tradicional y los invitados se levantaron y bailaron con entusiasmo al son de los tambores, entre risas y felicitaciones.
Indira y Milaan aún tendrían que esperar muchas horas para poder retirarse a la casa de los padres de Milaan, donde al fin podrían estar solos e iniciar su vida de casados.
La vida de ambos había cambiado para siempre, atados ahora por un juramento de samskara, pero Indira estaba convencida de que no debía temer o dudar de que pudiera ser feliz. Durante años había dedicado horas a pensar en Milaan, en ese hombre desconocido al que algún día le ofrendaría su vida, y se había preparado para lo peor, pese a los consejos de su madre y sus tías. 
Ahora comprendía que todo ese tiempo fue un desperdicio de energías, pues debió confiar en que Brahma habría tejido los hilos de su destino de modo favorable y que Milaan sería para ella todo lo que se puede esperar de un buen hombre.
Las horas se deslizaron entre bailes y brindis por los novios y cuando le anunciaron que era hora de retirarse las mujeres de su familia la escoltaron hacia donde un palanquín aguardaba por ella. La ayudaron a entrar, acomodando sus ropas, y cuando estuvo instalada el palanquín se alzó sobre los hombros de sus familiares y una nueva procesión la acompañó hacia la salida de la casa.
La mano de Milaan, a la que ya acostumbraba a ver como signo de constante apoyo, la ayudó a salir una vez en la calle, y entonces, entre abrazos y buenos augurios, Indira se despidió de su familia, del hogar en el que había vivido sus jóvenes diecinueve años y al que ya no pertenecía.
Se volteó hacia el hombre que ahora era su familia, su presente y su futuro, y le permitió quitarle el velo. Indira elevó sus ojos oscuros hacia los de su marido y un breve momento pareció durar una eternidad plena de dicha.

Cuando él le ofreció el brazo y la ayudó a entrar al carruaje que los esperaba, Indira no miró atrás con tristeza o melancolía sino con esperanza y, sobre todo, con ilusión.


Glosario:

Sari: Vestido tradicional usado por mujeres de India
Sherwani: Saco
Safa: Turbante
Mandap: Especie de carpa elegante
Mehendi: Arte de decorar la piel con henna, a modo de tatuaje temporal
Pandit: Sacerdote
Puya: Oración
Lord Ganesh: Deidad hindú, una de las más populares de India, se lo representa con cuerpo humano y cabeza de elefante
Brahma: Máxima deidad hindú, representa al Espíritu Infinito y es el creador de todo
Agni: Dios del fuego
Kama: Uno de los objetivos del matrimonio y la vida, y representa el goce de cualquier cosa que se pueda experimentar mediante los sentidos
Artha: Otro de los objetivos, este se refiere al alcanzar riqueza y estatus
Dharma: Está relacionado con las obligaciones personales, la vocación y los deberes de un individuo para consigo mismo, su familia y la sociedad
Thaali: Collar
Sudarshana Chackra: Símbolo que representa a Vishnu y que es empleado por sus adoradores
Samskara: Honestidad y Lealtad


enero 23, 2014

Me he sumado a un desafío

Buenas noches a todos y bienvenidos.

Esta es una de mis primeras entradas en el blog; tengo que admitir que aunque decidí abrir uno inspirada por varios que visité he dudado mucho a la hora de decidir qué publicar y cómo hacerlo. Por eso me entusiasma mucho que esta entrada sea relacionada con algo que amo: leer.

Pues sí, hoy he visto en las redes sociales el anuncio del desafío de la web Book's Minion relacionado con la lectura de novelas románticas históricas. Ese es mi género favorito, no sólo a la hora de leer, sino también cuando escribo. Así que no he dudado en apuntarme.

Se nos invita a elegir una categoría relacionada con la cantidad de libros a leer durante el año y yo he optado por la denominada Almack's, que invita a leer más de dieciséis libros del género.
La participación en este desafío me ha inspirado para animarme a compartir con vosotros reseñas de mis lecturas. Sólo publicaré reseñas sobre libros románticos, independientemente del subgénero al que pertenezcan. No será difícil, pues es lo que más suelo leer :)
Espero que disfruten de ellas, y que si gustan del género se animen a participar en el desafío.
Les dejo enlaces a continuación:



Slàn go Fòill!!

diciembre 16, 2013

Detrás del antifáz

El señor Carlos Bustamante y señora!
Nina vio como la pareja ante ella entraba al gran salón tomada del brazo. Dentro sonaron aplausos cordiales.  Se suponía que ahora era su turno de dar un paso al frente, entregar su tarjeta al heraldo, quien la anunciaría ante los demás invitados. Nerviosa se ajustó el antifaz y discretamente se hizo a un lado. No podía hacerlo, era así de simple. Durante años había soñado con estar en la gran fiesta de la familia Hamilton–Vignoli, ser anunciada ante todas aquellas personas tan distinguidas, entrar del brazo de un apuesto caballero y sorprenderlos a todos con su magnífico vestido y natural elegancia. Y allí estaba, con un bello vestido al estilo romántico, de amplia falda y escote cuadrado, del mismo color oscuro que el antifaz y la pluma que lo adornaban. Había pasado mucho tiempo cuidando los detalles para esa velada, la elección del vestido, el encargar los zapatos para que fueran similares a los que se usaban alrededor de 1850, seleccionar el peinado, el discreto bolsito que se camuflaba entre los pliegues de la falda, incluso la ropa interior, muy del siglo XXI, para su fortuna, le había quitado el sueño. Estaba lista para sorprender… pero estaba sola. Un pequeño detalle.
Una pareja entrada en años pasó a su lado y ella dio vuelta la mirada. De repente, el encontrarse en la casa que había amado durante su adolescencia, asistiendo a una de las glamurosas fiestas y rodeada de decenas de personas con las que alguna vez, con toda seguridad, había hablado en ocasiones menos formales, le parecía un error descomunal. ¿El sueño de qué mujer al borde de los treinta podía ser ese?
Sintiendo que le faltaba el aire, Nina se escabulló entre las grandes plantas que adornaban el pasillo y suspiró cuando su mano descubrió el picaporte de una puerta. Se coló por ella sin pensarlo dos veces, agradeciendo recordar tan bien la disposición de las habitaciones. Al encender la luz sintió que volvía a tener catorce años, y, como entonces, se colaba en la biblioteca para curiosear entre los libros con toda la noche por delante. Extasiada dio un paso al frente deseando poder acariciar los lomos de los libros que se alineaban en tres de las cuatro paredes, casi desde el piso al techo e incluso subir los dos escalones que llevaban a una segunda planta, área agregada por Mr. Hamilton para poder disponer de sus propios libros. Más de doscientos años de libros daban vida a aquella habitación, donde los muebles pesados y antiguos convivían armoniosamente con los artefactos tecnológicos de última generación.
Una gran emoción se extendió en su pecho. Recordaba los años viviendo en la mansión, cuando aún se hacía llamar por el nombre de su madre, Leticia: la sonrisa benévola de Mrs. Hamilton–Vignoli y el porte distinguido de Mr. Hamilton, la conducta intachable de Camila Hamilton y su exuberancia cuando estaban lejos de la vista de los adultos. La mirada oscura de Marcus Hamilton… Nina cerró los ojos pero eso no impidió que se borraran de su recuerdo las pupilas oscuras y misteriosas de Marcus, el modo en que lo descubría observándola desde el otro lado de la mesa o la suave curva que dibujaba su boca cuando le sonreía de lado. Era un poco extraño descubrir que el adolescente de su memoria aún podía robarle el aliento a la mujer en que se había convertido.
Mordiéndose el labio, queriendo escapar de sus recuerdos como lo había hecho entonces, Nina caminó hacia los grandes ventanales, pensando que podría salir por ellos, rodear la casa y entrar a la fiesta por la terraza de la sala. Quizás podría pasar inadvertida, desde el anonimato de su máscara, y cumplir su sueño de todos modos.
Estaba corriendo las pesadas cortinas cuando la puerta de la biblioteca se abrió.
–¡Alto!
Nina se sobresaltó al escuchar la voz profunda a sus espaldas y se dio la vuelta sin saber qué decir.
El hombre casi llenaba el vano de la puerta. Alto y de hombros anchos, su impresionante figura se veía realzada por el smoking que parecía hecho a medida. Un sencillo antifaz negro cubría parte de su rostro. Al entrar en la habitación, la luz hizo brillar un mechón de su pelo oscuro, desviando la atención de Nina hacia él. El hombre se detuvo a pocos pasos de ella, y Nina notó que era muy alto, y que para mirarlo a los ojos debía doblar mucho el cuello hacia atrás.
–Esta habitación está cerrada para los invitados de la fiesta –dijo él.
Nina estaba paralizada contra la ventana, incapaz de dejar de mirarlo. Había algo en él que la hacía sentir como una polilla dándose la cabeza contra el foco de luz.
–Lo… lo siento –logró balbucear al fin. Se mojó los labios con la lengua, pues ilógicamente los sentía resecos, y continuó–: No pretendía inmiscuirme, es que me he perdido…
–La he visto colarse entre las plantas –la interrumpió él.
Nina sintió que un fuerte sonrojo le escalaba hasta las raíces mismas del cabello y miró hacia los lados con intención inconsciente de escapar.
–Yo… pensé que la puerta daba al tocador y…
–El acceso al tocador no estaría disimulado con hileras de palmeras enanas –volvió a interrumpirla él, cruzando los brazos sobre el pecho.
–Yuca –dijo.
–¿Disculpa?
Nina lo vio inclinarse más hacia ella y murmuró:
–Son yucas, no palmeras enanas.
El silencio cayó entre ellos mientras se miraban. Nina agradecía la escasa iluminación de la biblioteca, pues le impedía a él notar su fuerte sonrojo… y a su vez se lamentaba por lo mismo, pues le impedía verlo al detalle para poder descartar la duda que la acosaba. Un fuerte presentimiento, quizás el recuerdo de cómo la hacía sentir la mirada de Marcus avivado por lo que este hombre despertaba en ella con el sólo hecho de observarla, le hacía temer estar frente a una de las personas que ni siquiera se permitió imaginar que se encontraría allí esa noche.
Perdida en sus divagaciones, volvió a sobresaltarla la voz de él.
–¿Te conozco?
El inesperado tono suave en el que formuló la pregunta fue suficiente para hacerle sentir que un nudo tirante crecía en su estómago. Dudó en responder, pero él no le dio tiempo a decir nada, pues de inmediato continuó:
–Tienes algo… –vaciló, como si hablara más para sí que para ella–. No lo sé, me recuerdas a alguien que conocí hace tiempo.
La Nina que quizás él estaba recordando le hubiera preguntado «¿Una novia?», demasiado curiosa para saber cuándo guardar silencio. La Nina en la que se había convertido, la que creció lejos de todas las personas a las que conocía, en un país diferente, junto a un padre al que no había visto en su vida, se limitó a mirarlo en silencio, demasiado conmocionada como para saber qué decir. Ese hombre era Marcus, el chico al que perseguía como un ruidoso Yorkshire Terrier, incapaz de poner en palabras todo lo que le hacía sentir. Marcus era quien le hablaba de libros y películas y le escribía largas cartas desde la universidad, contándole de las personas a las que conocía y las fiestas a las que iba. Era quien, una tarde de verano al volver a casa para pasar las vacaciones, se había convertido en un joven adulto y la miraba diferente, se mantenía a distancia y la hacía sentir completamente confundida e inmadura. Su primer amor, al que nunca había podido decir adiós.
Abrumada, Nina se enderezó y miró sobre su hombro.
–Debería irme. Lamento haberme entrometido aquí.
–Un momento –dijo Marcus, y temiendo que la tocara para retenerla, ella obedeció–. Primero me explicas adónde pensabas ir por las ventanas –la miró de arriba abajo, haciéndola tomar consciencia de la voluminosa falda del vestido, pero, sobre todo, del profundo escote–. Y en esas fachas…
Nina, nerviosa, se pasó la mano por su peinado alto, rozando sin querer la pluma del antifaz. Marcus siguió el movimiento con un brillo peculiar en la mirada.
–Iba a la fiesta –explicó, sofocada.
–La fiesta está en la dirección de la que escapabas. Te vi salir de la fila que esperaba a ser presentada por el heraldo –. Nina frunció los labios, frustrada, y él continuó–: Dime la verdad, ¿te estás colando en la fiesta de mi hermana?
–¡Por supuesto que no! –exclamó ella, indignada.
–Entonces es otra cosa –dijo Marcus, dando un breve paso hacia ella. Nina sintió que la acorralaba y volvió a mirar alrededor, buscando una ruta de escape–. ¿Qué será, será? –siguió él, evidentemente divertido por la expresión de nerviosismo de ella–. Rehuyendo al heraldo… creo que tratas de evitar ser presentada, ¿quizás porque no quieres ser reconocida?
Nina volvió a morderse el labio inferior, gesto que no pasó desapercibido para él.
–¿De quién te escondes, Lady Misterio?
Sorprendida por su forma de llamarla, Nina lo miró a los ojos y entonces vio que su expresión cambiaba. Lo escuchó exhalar con fuerza y lo vio apartarse, incapaz de dejar de mirarla.
–Leti –susurró él, y Nina sintió cómo reptaban por su columna dedos de hielo. Sin embargo, negó suavemente con la cabeza.
–Nina –admitió en un susurro.
Marcus volvió a acercarse estudiando su rostro al detalle.
–Han pasado tantos años… –dijo al fin. Nina asintió–. Te fuiste y… ¿pensabas irte una vez más? ¿Sin que lo supiéramos?
Nina cerró los ojos un segundo. Catorce años atrás se había marchado sin despedirse de él. No había querido llamarlo a su apartamento ni escribirle; no estaba segura de qué decirle. Su inmadurez le parecía tan ridícula ahora, la hacía sentir avergonzada de sí misma… Decidida a decir la verdad, sacó la invitación de su bolso y se la extendió:
–Esto llegó hace unos meses a mi casa. No es la invitación a esta fiesta en particular, sino a la del año pasado, pero parece que el correo la traspapeló.
Marcus sacó la invitación del sobre y vio la firma de su madre, fallecida en las navidades pasadas. «Te esperamos», había escrito ella, sin saber cuánto removía en su interior esas simples palabras. Una invitación tan simple, que a pesar de todo llegó demasiado tarde, pues no le había dado ocasión de despedirse de ella.
–Pero –continuó diciendo–, no estaba segura de qué hacer.
Marcus guardó con lentitud la invitación y volvió a mirarla a los ojos. Después de pocos segundos dijo:
–Es sencillo: iremos a la fiesta, bailaremos, brindaremos, y a medianoche, cuando sea la hora de quitarnos los antifaces, vamos a escabullirnos y entonces tendremos una larga, larga conversación.
Nina lo miró sorprendida, temerosa de dejarse arrastrar por la esperanza que comenzaba a crecer en su interior. Sonrió apenas y Marcus también sonrió. Y cuando puso su mano sobre el brazo que él le ofrecía pensó que al fin, de un modo u otro, su sueño se hacía realidad.