Buenas noches y bienvenidos.
Esta es mi segunda entrada para la web Adictos a la Escritura. El ejercicio propuesto para este mes consiste en seleccionar una primera frase de novela y escribir a partir de ella un relato. Yo he seleccionado la frase de la novela Mi planta de naranja-lima (O Meu Pé de Laranja Lima), del autor José Mauro de Vasconcelos. Es una bellísima novela que les recomiendo de todo corazón.
Espero que disfruten el relato así como yo disfrutaré al seguirlos leyendo.
Slàn go Fòill :)
Esta es mi segunda entrada para la web Adictos a la Escritura. El ejercicio propuesto para este mes consiste en seleccionar una primera frase de novela y escribir a partir de ella un relato. Yo he seleccionado la frase de la novela Mi planta de naranja-lima (O Meu Pé de Laranja Lima), del autor José Mauro de Vasconcelos. Es una bellísima novela que les recomiendo de todo corazón.
Espero que disfruten el relato así como yo disfrutaré al seguirlos leyendo.
Slàn go Fòill :)
Sueños
Para F.,con cariño
Veníamos
tomados de la mano, sin apuro ninguno, por la calle. Yo seguía diciéndome que
su mano era un signo de apoyo, de constante acompañamiento, pero me daba cuenta
de que Carlos en esos momentos era para mí tan anónimo como las personas con
las que nos cruzábamos.
No
dejaban de acosarme imágenes y palabras pronunciadas en la última larga hora. Se
entremezclaban con episodios fugaces de nuestra vida en común, casi veinte años
ya, uno junto al otro. Una vida de amor, de amistad. Una vida de pareja siempre
ensombrecida por la ausencia de un hijo, sueño común que no habíamos dejado de
buscar mediante todos los medios posibles. Cuando uno desesperaba y caía en el
abatimiento, siempre estaba el otro para brindar la fuerza y el amor necesarios
para volver a levantar la cabeza y seguir adelante. ¿Cuántos tratamientos,
exámenes, terapias, habíamos realizado desde entonces, en la persecución de ese
adorado anhelo? Dejé de llevar la cuenta
mucho tiempo atrás, cuando reconocí que hacerlo sólo me causaba dolor.
Cuando
cumplí los cuarenta años acordamos que dejaríamos de intentar procrear un hijo
y acudiríamos a la adopción. Nos presentamos una tarde de lluvia en La Casa
Cuna de San Juan y escuchamos todas las explicaciones relativas al largo proceso
que tendríamos que afrontar. Y volvimos a tomar un tiempo para decidir si deseábamos
niño o niña, si estábamos dispuestos a dejar de lado el placer de cuidar de un
bebé de pecho por uno más grande e igualmente necesitado de amor.
Fue
entonces que el milagro aconteció. Una mañana, ya al borde de los cuarenta y un
años, mi médico me comunicó la tan deseada noticia: tendríamos un bebé. Una gran
nube de pesar que ni siquiera había terminado de reconocer, se disolvió sobre
nuestro matrimonio. ¡Al fin tendríamos una familia!
La
noticia se difundió de inmediato y las muestras de alegría y felicitaciones no
demoraron en llegar. Tampoco los obsequios. Pronto nuestro bebé contaba con
mudas de ropa, juguetes, una cuna, mantas, libros, y todo cuanto una madre
primeriza debe tener. La habitación que, de tácito y mudo acuerdo, siempre
habíamos reservado, de repente estaba pintada y preparada para recibir a
nuestro pequeño, y no faltaba día en que no mencionáramos un nombre para él o
ella.
Nos
sentíamos jóvenes de nuevo, rebosantes de dicha y amor. Veíamos el futuro con
nuevos ojos, libres para poder imaginar cuanto deseábamos.
Carlos
se convirtió en un marido amoroso, siempre pendiente de mis necesidades. No me
permitía conducir, ni aceptar horas extras en mi trabajo. No se perdía una sola
cita con el médico, y siempre estaba a mi lado.
Esa
mañana no fue la excepción.
Habíamos
ido a la cita mensual, para controlar que el bebé siguiera creciendo
saludablemente. Pronto cumpliría las dieciséis semanas y se acercaba el momento
de conocer su sexo. Nunca se nos hubiera ocurrido, después de tantas alegrías,
que el doctor Méndez nos esperara con una devastadora noticia.
Creo
que nunca podré olvidar el brillo de sus ojos mientras nos explicaba con voz
amable y tranquila los resultados que habían dado los exámenes recientes. Con delicadeza
y cariño nos brindó tiempo para superar el shock
inicial, y entonces respondió a nuestras preguntas.
Por
supuesto, sabía perfectamente mi edad. No podía evitar notar que en la sala de
espera siempre era la más adulta, y conocía los riesgos y las estadísticas. Pero
una mujer a punto de ver concretada su mayor ilusión, no tiene tiempo para
pensar más que en cosas alegres, imaginando que su vida se llenará de color y se
convertirá en típicas postales de una vida colmada de felicidad y risas. ¿Debía
asumir que mi vida no sería tan perfecta de ahora en adelante?
―No
puedo decirles que será todo color de rosa ―había dicho el doctor Méndez―, pero
tampoco es correcto esperar lo peor. La ciencia ha avanzado mucho, y ahora los
niños con síndrome de Down tienen muchas más posibilidades que años atrás. Con un
correcto seguimiento de la salud del feto y del niño recién nacido, podremos
prevenir y corregir muchos aspectos de su salud. Pero también deben saber que
existen opciones. Esta prueba, como muchas otras, se practica a temprana altura
del embarazo para que los padres puedan decidir si desean llevarlo a término…
¿En
qué momento me di cuenta de que estábamos hablando de mi hijo, nuestro hijo?
¿En qué momento ese hecho incuestionable e invariable, se abrió paso en mi
conciencia sobre todo lo demás y tomé la decisión que estaba tomada desde el
principio mismo de mi vida, y que era el primer paso hacia el verdadero futuro
que me esperaba, ese que quizás no sería un lecho de rosas cada día, pero que
convertiría en perfectos diamantes de felicidad cada instante?
No
puedo decirlo, así como tampoco puedo decir si tomo la mano de Carlos como
apoyo o confort, o ambas cosas. Pero la tomo, lo llevo a mi lado, camino junto
a él y no me tiembla la voz cuando al fin quiebro el silencio y anuncio:
―Si
es niño lo llamaremos Ángel.
Siento
un ligero apretón de su mano y entonces nos miramos, el anonimato perdido al
reencontrarnos en una mirada. Carlos sonríe pero en sus ojos brillan lágrimas
contenidas.
―Si
es niña se llamará Milagros.
Será
una vida maravillosa.